¿Qué es la vergüenza?
 ¿Cómo podemos reconocerla en nuestro vocabulario cotidiano? En los últimos meses he estado observando de qué manera, como sociedad, usamos inconscientemente el lenguaje de la vergüenza. A veces, incluso estamos avergonzando a los demás o a nosotros mismos sin ni siquiera darnos cuenta. Es algo que de alguna manera ha sido programado en nuestros cerebros. Y hasta introducida por nuestros padres desde pequeños.

Veamos uno de tantos ejemplos: Jesús tiene 4 años. Está jugando en el salón con algunas pinturas. Y su madre se va a la habitación de al lado a contestar una llamada, mientras él se queda solo jugando. En ese momento está en pleno proceso creativo y, de repente, ve lo que él cree que es un maravilloso lienzo vacío llamado "la pared del salón". Como además quiere impresionar a su mamá, porque le encantan los dibujos que él hacen decide crear una nueva obra maestra. Pero esta vez en la pared blanca del salón. Sin embargo, lo que consigue no es lo que él espera, ya que cuando vuelve la madre, lo primero que le dice es “Jesús, ¡qué malo eres! El pequeño no entiende por qué su madre está tan molesta. No entiende cómo el seguir su flujo creativo es algo malo. No comprende por qué es malo, así que expresa esa frustración con una rabieta. No sabe qué hacer con la energía de este sentimiento, por lo que lanza todo lo que tiene a mano al suelo y contra esa misma pared. Al mismo tiempo, la mamá está realmente enfadada porque Jesús se está portando aún peor.  Aunque a nivel inconsciente, ella seguramente se cuestiona si es buena madre o no.

Con este tipo de situaciones y reacciones, lo que puede ocurrir es que Jesús integre que ser creativo es algo malo. Y como su madre le ha hecho sentirse avergonzado, quizás la próxima vez que sienta un impulso creativo lo reprima.

Obviamente, esto es solo un ejemplo, pero veo a muchas personas que vienen a mí con tristeza o ansiedad y, en muchos casos, se trata de vergüenza. Creo que la vergüenza se aprende. En algún momento de nuestras vidas, alguien nos dijo que ser quienes éramos era malo y nos dijimos internamente que si queríamos ser amados, aceptados y / o encajar, teníamos que reprimir una parte de nosotros.
En el ejemplo anterior, la mamá pudo haberse dado cuenta de que Jesús solo necesitaba que le mostraran los límites de una manera amorosa, compasiva y apropiada para su edad. Evidentemente, la percepción del mundo de un niño 4 años es totalmente diferente a la de un adulto. Por eso, considero que es importante separar al niño de su comportamiento. Como padres, debemos enseñar al niño cómo vivir en el mundo, pero no podemos enseñarle al niño a ser su yo auténtico.

La vergüenza y la culpa van de la mano.La culpa viene de la percepción de que hemos hecho algo malo, mientras que la vergüenza proviene de la creencia de que quienes somos es algo malo.Por eso, hemos de ser muy cuidadosos con las etiquetas, especialmente con los niños pequeños, para evitar usar el término dualista de "niño / niña bueno" o "niño / niña malo". Es decir, debemos enseñar a nuestros hijos a comportarse de una manera que sea respetuosa con los demás y con las cosas. Como sociedad tenemos reglas para una vida armoniosa.
Mi pregunta es: ¿cómo podemos enseñar a nuestros hijos a comportarse respetuosamente sin tener que usar el control, la culpa o la vergüenza?

Pues lo primero es tener reconocidos esos valores internamente, porque si no ¿Cómo voy a enseñar respeto si no me respeto a mí mismo? ¿Cómo le voy a enseñar a un niño a lidiar con la ira de una manera saludable si reprimo mi ira? ¿Cómo le voy a enseñar a mi hijo a tener confianza si no creo en mí mismo?, etc.

Cuando estaba en la escuela, recuerdo que una maestra dijo: "Empezamos a educar a nuestros hijos 20 años antes de que nazcan". O sea, para educar, tenemos que educarnos. Es importante reconocer todas las energías inconscientes, tales como miedo, culpa o vergüenza, que seguramente arrastramos de nuestros padres y madres, incluso de otros ancestros. Son los llamados patrones inconscientes que es preciso sanar, para no transmitirlos a nuestros hijos.

Por ejemplo, creo que cuando usamos el término niño/a bueno o malo, la energía que hay detrás de eso es vergüenza y control. Cuando la energía inconsciente es el control, lo que estamos diciendo es "Si haces lo que te digo que hagas, te amaré y si no lo haces, entonces no lo haré". Cuando usamos el control, siempre hay una manipulación subyacente que volverá a nosotros a través del niño que nos manipula, porque eso es lo que les estamos enseñando sin saberlo.

Lo que también he observado es que no solo las palabras negativas (estúpido, cabezota, perezoso, feo…) pueden provocar vergüenza; a veces, las palabras positivas también pueden crearla. ¿Cómo es posible? Pues porque, en ocasiones, queremos tanto ser amados y aceptados que abandonamos quienes realmente somos para ser "buenos". Sin embargo, este concepto de “bueno” es solo una percepción.

En resumen, cuando nos permitimos dejar de usar este lenguaje, sea bueno o malo, encontramos la verdadera libertad a medida que nos alejamos de la vergüenza. Creo que no somos ni buenos ni malos, pero que estamos aquí en este mundo tratando de descubrir quiénes somos y permitir esa expresión única del ser.

Entonces, cuando estés usando los términos "bueno" o "malo", pregúntate, ¿cuál es la energía detrás de esto? ¿Qué quieres decir con eso? ¿Estás usando el lenguaje de la vergüenza o el lenguaje del amor?